Causó a todos gran impresión ver como los médicos la sacaban teniendo extremo cuidado de evitar los movimientos de su cuello. Sus tan sólo diecisiete sacrificados años bien merecían ese esmero. Al tiempo, Adrián se dejaba deslizar inerme tras ella, mientras rezaba sin voz porque aquella caída no supusiese lesión tan grave como el golpe presagiaba.
El público no supo si despedirles con tímidos aplausos o con respetuoso silencio y la entrada en pista de la siguiente pareja pasó sin pena ni gloria, todos más pendientes de Irina que de lo que se reanudaba en el hielo.