sábado, 7 de febrero de 2015

No basta parecerlo, hay que serlo.

Van pasando las semanas y cada vez están más cerca las diferentes elecciones que se nos vienen encima este año. Las andaluzas en marzo, las municipales y autonómicas en mayo, catalanas en septiembre y las nacionales que se espera sean en noviembre.

Este año va a ser toda una montaña rusa para la vida de los españoles que seguimos la política nacional con interés. En esa montaña el vagón que más atención está suscitando es en el que va el grupo de Podemos al que los demás partidos llevan tiempo apuntando con sus escopetas de feria, en justa respuesta a sus acusaciones de casta, y por fin han encontrado el momento oportuno para ir disparandole y no con tapones de corcho precísamente. Ese momento lo ha generado el ministro de hacienda, Montoro, al poner "desinteresadamente" el ojo sobre las cuentas del tercero en poder dentro del partido político.

Juan Carlos Monedero, al que habría que llamar il trovatore por sus repetidas intervenciones cantarinas ante su electorado, lleva tiempo siendo acusado de no declarar a hacienda ciertos trabajos por los que llegó a cobrar más de 400.000 euros, cifra nada desdeñable incluso para cualquier trabajo de asesoría política que se realice para cualquier gobierno. Desde que los técnicos de la administración tributaria pusieron "casualmente" su vista sobre las cuentas del político cantarín éste se ha defendido de las acusaciones como gato panza arriba, incluso con notables notas de soberbia, llegando a envalentonarse acusando al ministro del ramo de ir a por él y de haberle declarado la guerra a su partido a través de él.



Dejaré a parte lo zafio del ministro Montoro, ya conocido por sus abusos de poder amenazando siempre que quiere con poner a sus lacayos a trabajar para encontrar errores en las declaraciones de sus críticos. Este personaje, digno del señor Burns de los Simpsons me merece todo mi desprecio pero no es él el objetivo de este artículo.


Monedero presentó batalla a las acusaciones de fraude fiscal y lo hizo envalentonado y soberbio. Algunos creímos ver justificada esa actitud. Cualquiera de nosotros que supiese que tiene sus cuentas al corriente con la administración se sentiría igual de ofendido ante una acusación como la que se hizo sobre él. Pero en los últimos días se ha sabido que Monedero ha presentado una declaración complementaria a hacienda en la que ha pagado la nada despreciable cifra de 200.000 euros y pide que le devuelvan lo que tributó según él erróneamente con anterioridad. Hay una diferencia de más de 100.000 euros que este señor pretendió ahorrarse en impuestos y tributó de una manera incorrecta lo que ahora ha pagado correctamente.

Se puede decir que tras esta revisión no hay delito cometido por parte del trovatore pero eso no quita ese saborcillo a traición y rancia mentira que sobre él pesa desde este momento. Sin entrar en el aun inexistente programa electoral de Podemos sin duda se puede hablar de que ellos se han presentado como el partido regenerador, el que supone una nueva forma de hacer las cosas, siempre en base a una estricta exigencia de cumplimiento con la legalidad que exigen a los demás políticos y por ende a todos los ciudadanos. Esa exigencia, como ellos mismos predican, ha de empezar por uno mismo y a la vista de los acontecimientos parece ser que no todos están practicando el ejemplo de la misma forma.


A cualquier español al que se le revisase su historial de pecados con la administración sería sencillo encontrarle algunos muy comunes. Facturas sin iva, cobros en b, escrituraciones de inmuebles o vehículos inferiores al precio pagado, son ejemplos muy frecuentes. Lo que no es frecuente es que alguien que sabe que ha cometido ese tipo de fraude a la hacienda pública se presente como adalid de la lucha contra el político o el empresario defraudador. Mucho menos lo es que lo haga enfrentándose de esa forma a todo el ministerio de hacienda. Eso que ha hecho el divo Monedero le va a poner en el punto de mira de todos los que le apoyábamos en sus diatribas anti corruptos. Con sus brabuconerías nos hizo creer que estaba siendo acusado injústamente de algo que no cometió pero sus actos han revelado que, aunque se pueda tratar de un claro caso de ajuste de cuentas malintencionado por parte del ministro, sigue tratándose de un caso de fraude fiscal, de desajuste si se quiere ser condescendiente, pero eso debería haber hecho que Monedero hubiese actuado de otra forma, menos treatral y más real. Debería haber anunciado que revisaría públicamente sus propias cuentas y que si se encontrase que había cometido algún error fiscal lo resolvería sin demora pidiendo disculpas por ello. Pero Monedero prefirió convertir este tema en un asunto personal y lo llevó a la escena pública como no debe hacerse. Quiso presentarse como víctima de una injusticia y teatralizó en exceso su ofensa. Eso ahora hace que si uno busca en google "fraude a hacienda" lo primero que salga sea su imagen y la noticia de su complementaria.

Se le olvidó el conocido dicho con el que se dice que Cesar se divorció de Pompeya Sila. Debió haberlo recordado y habérselo aplicado a sí mismo con un ligero cambio.

La mujer del Cesar no sólo debe parecer honrada si no que ha de serlo.