viernes, 31 de octubre de 2014

Buscando la razón de aquel desastre

Aquello era demencial. Era imposible. Inconcebible. Toda la fachada del colegio se había derrumbado. Las cinco plantas habían caído como un castillo de naipes. Tenía que pasar el día de la inauguración. No antes y no después, que también era mala suerte. Antes quizás ni hubiese salido en la prensa. Después él ya habría cobrado las últimas certificaciones y el seguro sería quien tendría que hacerse cargo de pagar algo como aquello.

Pero allí estaba él, subido encima de un montón de escombros y con los ojos irritados por el polvo suspendido en un aire que cubría todo de un color gris ceniza. Por suerte el edificio se vino abajo durante la noche y cuando ocurrió no había nadie cerca. Ahora faltaban sólo unos minutos para las 7 de la mañana y los políticos aun no habían llegado. Sólo la policía, los bomberos y los primeros curiosos estaban en el lugar.

Tan sólo tenía unos cuantos minutos antes de que aquello empezase a llenarse de periodistas a los que seguiría la plana del ayuntamiento que venían a cortar la cinta inaugural y él aun no sabía cómo había podido ocurrir aquel desastre. Tenía que encontrar alguna explicación a aquello lo antes posible.


Se fijó en los forjados de última generación, ahora visibles, y no pudo ver nada extraño. Repasó los pilares hechos con materiales innovadores y todo parecía correcto. Dudó de las especificaciones técnicas de calidad del hormigón ultra rápido que usaron y llegó a la conclusión de que aquello no era la razón de semejante desastre. Nada, no había explicación alguna que explicase cómo un edificio ultra moderno como aquel, recién terminado, había acabado en el suelo el mismo día de su estreno.

Y accidentalmente se fijó en una ventana que aun se sostenía en la pared. Entonces lo vio. Vio que las gomas del aislamiento térmico eran de una calidad inferior que la que él había especificado en el proyecto. Aquello era categoría 3 cuando él siempre exigía categoría 4. Bufó, cogió su móvil, llamó a su secretaria y con un agudo chillido le espetó a la pobre mujer:

- ¡Ponme ahora mismo con los cristaleros de la obra del colegio!

- Ahora mismo, señor Calatrava - contestó ella asustada como siempre -.




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