La manera más sencilla para hacer los equipos
era que dos chicos de la pandilla de nivel futbolístico semejante echaran pares
o nones para ver quién de los dos elegía primero. Tras la primera elección el
turno pasaba al otro chico, así alternativamente uno y otro iban eligiendo sus
equipos. Esto hacía que los equipos estuviesen equilibrados con un mínimo de
ventaja para el vencedor de los pares o nones ya que podía elegir el primero,
con lo que se llevaba al mejor jugador del barrio. En la realidad este sistema,
aunque daba algo de ventaja al equipo del que primero elegía, era el sistema
más justo de repartir de manera rápida y sencilla a todos los jugadores.
Pero en
mi sueño apareció un chico nuevo llamado Lucas. Era un chico bien parecido,
fuerte, alto, bien valorado por el resto y que además disponía de la mejor pelota
del barrio, la más bonita, incluso era “oficial”. En mi sueño Lucas decidió
cambiar las normas, dado que él ponía la pelota él debería ser siempre el
primero en elegir. El resto de amigos, tentados por jugar con un balón “reglamentario” y gozar de la compañía de
Lucas aceptaron dichas reglas aunque eso suponía que él tenía siempre más
opciones de participar en el equipo más potente. No parecía un gran sacrificio
ya que la otra opción era dejar de ser amigos de Lucas y de todos los demás y jugar
como mucho con un balón de Nivea o una pelota que botaba como si llevase dentro
un saltamontes. Así que todos los del sueño aceptamos, al fin y al cabo seguía
siendo el mismo sistema de siempre, sólo había que esperar a que Lucas nos
eligiese dentro de su equipo de vez en cuando para poder gozar de esa ventaja. Pero
al poco tiempo aquello no fue suficiente para él y decidió que la manera de
elegir a los jugadores, en vez de alternar con cada elegido, se alternaría cada
tres elecciones. Así él, que siempre escogía primero, se aseguraría siempre que
los tres mejores jugadores estarían siempre de su lado. Los tres mejores
jugadores también apoyaron dicho cambio, se sabían los mejores y el sistema les
aseguraba formar parte del equipo más potente. Pero algunos de los jugadores
más patosos, quizás los más inteligentes, se plantaron. En semejantes
circunstancias no merecería la pena jugar. Una cosa era aceptar ciertos
privilegios injustos pero que garantizaban jugar con un buen balón y otra era
que siempre ganasen los mismos.
La
cuestión es que los amigos más torpes plantearon que o Lucas aceptaba que las
normas volvieran a ser las primeras o se habría acabado lo de jugar al fútbol y
ya veríamos si él y los demás eran aceptados en los nuevos juegos que ellos
pondrían en funcionamiento. Habían decidido que ya no era divertido jugar al fútbol
y amenazaron con abandonar el deporte rey por una partida a Tierra, luego una al
escondite y más tarde a una carrera ciclista con chapas recogidas por los bares
del barrio. Para el que no sepa cómo se juega a dichos juegos… lo siento por su
niñez.
Al
despertarme descubrí que algo parecido a eso es lo que ocurre en política. Nos
han cambiado las reglas. Ha llegado el político guapo y rico y ha hecho que lo
que en un principio era un juego de todos y para todos haya pasado a ser un
juego de unos pocos, muy pocos. Tan pocos que tienen asegurado estar siempre
jugando en política con ventaja sobre los demás. Y es tanta la ventaja que
aunque entre ellos se peleen por dirigirnos les sigue saliendo rentable
participar incluso como oposición. Esos pocos han restringido la forma de poder
acceder a la política. Ellos eligen a quienes pueden participar y ellos ponen
las reglas del juego. Y al que no le gusta y se queja de las reglas del sistema
le señalan desde el poder y con dedo acusatorio les exponen ante la opinión
pública acusándoles de “antisistema”. ¿Qué puede ser si no alguien que no apoya
el sistema que “entre todos” nos hemos impuesto? Si no estás con Lucas estás
contra Lucas.
Ahora,
en el mundo real, yo soy del grupo de los torpes y como los del sueño me planto.
Con esas condiciones, yo lo siento, pero no juego. No quiero participar. Por
supuesto que me preocupa cómo saldrán los resultados de las próximas elecciones
pero no quiero apoyar con mi participación un sistema que claramente no respeta
el ideario por el que todos lo apoyaron en su día. No participaré en unas
elecciones que no sirven para aquello para lo que todos las hacemos.
Ahí se
terminó el sueño, y muy a mi pesar no sé si Lucas terminó aceptando o no, pero
ese sueño me ha servido de inspiración para este artículo. Me he pasado el día
viendo noticias sobre el bario de Gamonal en Burgos, donde los vecinos se han estado
enfrentando con palos y piedras a las fuerzas de seguridad del estado para
demostrar que no aceptan lo que su ayuntamiento les quiere imponer. Palos y piedras. Esta noche espero volver a soñar con Lucas.
¡Una gran analogía! Gracias por compartirla ;-) Parece un tópico, pero observar a los niños nos enseña muchísimo más de lo que nos creemos. Hablamos de pérdida de valores en los más jóvenes, pero no nos damos cuenta que somos los adultos los que transformamos la sana inocencia, la ilusión y los sinceros sentimientos de un niño y, lo peor es que tenemos asumido que debe ser así. ¿Por qué, dónde está escrito eso?
ResponderEliminarDe hecho, desde hace unos años, me estoy dando cuenta de que la infancia es muchísimo más relevante de lo que puede parecer. Si nos tomásemos el tiempo de darnos cuenta que en el cambio a adulto radica el mayor de nuestros errores... Nos autolavamos el cerebro y olvidamos las cosas verdaderamente importantes, como son esas reglas del juego y el rol que representamos en la sociedad. Nos autoatribuimos la suma importancia de un empleo, de una profesión o de unas tareas domésticas que eclipsan por completo o casi nuestra verdadera implicación vital y nos autolimitamos pensando que no podemos estar en todo, que para eso elegimos representantes, que ya pagamos para que se nos defienda, llevándonos todo esto a un desentendimiento de la vida real. Nos transformamos en esclavos, como lo eran en la antigüedad en que unos pocos, los sabios, tomaban las decisiones. No ha cambiado tanto...sólo que no asumimos nuestra condición de esclavos sumisos y queremos decidir pero no involucrarnos más allá de un gesto cada 4 años...
Nos convencemos de que bastante tenemos "con lo nuestro", pero....¿y qué es lo nuestro? ¿No es saber, omejor dicho, decidir, en qué van a convertir nuestro barrio? ¿No es poder decidir sobre cómo se utiliza nuestro dinero? ¿No es poder tomar parte de las decisiones de lo que nos influye directamente a nivel social, laboral, económico, medioambiental, educativo, sanitario? Sí, ya lo sé, algunos dirán que si tenemos que ponernos todos de acuerdo, no haríamos nada, y tienen razón. Por eso, elegimos cada 4 años, dejar que sean otros los que se peleen entre ellos para gestionar de la manera más eficiente nuestros recursos, los de todos. Sabemos que nunca lloverá a gusto de todos e incluso que habrá decisiones que no entenderemos, casi siempre por falta de información, y otras veces, porque se busque aventajar a alguien, pero cuando se levantan voces contrarias, voces de afectados y no sólo de provocadores u oportunistas, hay que parar la maquinaria, dar un paso atrás para tomar perspectiva y replantearse lo que se está haciendo. Como en tu juego, en que se deja sin posibilidades a unos cuantos, se les discrimina y relega de manera automática al cajón de perdedores, los políticos nos relegan al cajón de votantes sin voz. Esa voz es la que tenemos que hacer oír. Pero no van a saber que queremos ser escuchados y que queremos participar si no nos comunicamos por el mismo canal y si no aportamos alternativas. Igual que en tu sueño, los "torpes" plantearon cambiar el deporte rey por unos nuevos juegos, nosotros también hemos de plantear alternativas, otra manera de hacer las cosas y la que yo veo clara y factible si, de verdad, queremos dejar de ser los perdedores, es el autogobierno, organizarnos en grupos de ciudadanos, utilizando las herramientas ya existentes o creando nuevas, pero con una base sólida, real y honesta y no al servicio de los oportunistas.
De la misma forma que Lucas se apoderaba del fútbol del barrio en mi sueño los políticos de la realidad se han apoderado de la democracia de la gente. Sucesos como el de Burgos me hacen pensar que el batallón de los torpes ha llegado al límite. Ahora sólo falta que realmente prenda la llama de la refundación de la democracia.
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